
Pocas veces admití mis límites. El imperativo ha sido siempre levantarme, seguir, aperrar, atinar. Aunque eso doliera. Aunque eso estuviera fuera de mis posibilidades, de mi fuerza. Las negaciones funcionaban, y llegué a comprarme la parada de autovalencia, de estructurar la vida, asumir tareas, no mirar atrás.
Renuncié a la linealidad y entendí que a veces es necesario volver a las raíces sin significarlo como un retroceso. que se puede caer, y necesitar un abrazo protector, una mano que me ayude a levantarme...