sábado, 2 de febrero de 2008
La vista de ese bar con música estridente nos mostraba el puerto y su bahía. Pegados en las lucecitas del paisaje y en el olor que decíamos percibir desde allí, en ese ambiente de luces rojas y decoración minimal, con las mesas plagadas de desconocidos, que poco (o nada) nos importaban. Tanto tiempo de conocernos y sin embargo, tan pocos instantes así, solos. Nos mirábamos y sonreíamos sin mayores razones, y todo (todo) era nuevo, explorable, fascinante.
-¿Qué habrá detrás de esa puerta?- te dije, señalando con la mirada ese rincón donde no llegaba el totalizante rojo. No alcanzaste a responder y sólo me seguiste. Como niños buscando fantasmas, o como buscando trocitos de historia, recorrimos, calmos y atentos, los detalles de aquel antiguo edificio. Escalera de mármol que conduce a un viejo ascensor, que no funcionaba a esa hora, y pasillos en la penumbra. Miramos hacia arriba, y las escaleras de madera eran como un gigante caracol que parecia eterno. Allá, no había ruido... la música parecía estar en otro espacio y otro tiempo. Tú y yo suspendidos en laberintos, buscando señas para volver. como miguitas de pan quizás, riendo sin parar. Encontramos lugares comunes, pero lo excepcional fueron tus ojos, tu sonrisa, tu mano, la complicidad. Quizás el valor de los tesoros de piratas mitológicos no eran en sí mismos, sino la travesía que los llevó a encontrarlos.
Detrás de la puerta éramos sólo tú y yo. Irreversible.
 
posted by Violeta z at 23:45 | 12 comments