
Leyendo un cuento para Nicolás, él me pregunto si me gustaría tener alas y qué haría si así fuese. Pensé entonces qué responderle, y vino a mi cabeza una imagen de mis supuestas plumas, revoloteando en mi espalda, luchando por salir, mientras mis racionalizaciones las devuelven al lugar donde deben estar, sin molestar. El problema es que estas alas son rebeldes, y molestan, quieren emerger... aunque debo decir que a ratos se liberan a sus anchas, por ejemplo:
1-Cuando camino con Nicolàs y nos reìmos de lo absurdo, y él me habla con su particular entonación...
2- Cuando comparto con mis amigos y amigas y desafiamos las rutinas, conversando, riendo creando, caminando...
3-En mi pega, con mis cabros, diseñando proyectos, jurando que se puede cambiar el mundo con as ideas y la acción.
Pensándolo así, son más los momentos felices y en que abro mis alas a sus anchas, que cuando éstas se limitan. Eso ha sido algo de los últimos años, el tiempo en que me he permitido ser yo misma, y volar... Pero a ratos, no menos importantes, las alas se esconden... y tratan de salir, pero no las dejo. Es el lugar de mis miedos, de mis trancas, de las murallas que levanto...
Mi respuesta a Nico entonces sería: Cada uno de nosotros y nosotras tenemos alas... sólo hay que descubrirlas y permitir que emerjan... y pensar que la felicidad no es tan compleja... está aquí y ahora, si lo que haces tiene sentido, te apasiona, y te mueve...
Por ahora quiero liberarlas siempre... aún en lo que más me cuesta...