
Vivo en mi ritmo, a ratos lento para el resto, con aprendizajes a punta de porrazos y fuertes circunstancias. Lamentando por lo que no fue y pudo haber sido, por lo que fue y "debiera" ser distinto, etc. Con la mente en el ayer, con el miedo a la amenaza de convertirme en sal, como los episodios bíblicos que alguna vez escuché.
Los cambios vienen cuando adquieren sentido. Estos días han sucedido varias cosas que me mueven a decir "hasta acá". Conocer personas, conversaciones, partidas, comienzos. Eduardo ayer me comentó sobre un cuento, de un niño que le temía a su sombra y no era capaz de mirar atrás, por el terror a la gigantesca imagen oscura que estaba sobre su espalda, y que cada día, aumentaba de dimensión, simbolizando sus miedos, sus trancas. Hasta que un día, se armó de valor, y pudo notar que sus pies estaban sobre esa sombra, la que era pequeña, y sólo un reflejo de sí mismo. El miedo entonces, me dijo Eduardo, es una construcción, es nuestra incapacidad de ver que podemos con los desafíos, las metas, los problemas... la vida, me dijo... es mirar hacia adelante, el hoy, y el mañana...
Ya es hora de hacer un corte a la pena, a la sensación de permanente fracaso, a pegarse en los errores cometidos, en los caminos interrumpidos. Un basta a lo farreado, lo negado, lo no jugado. Ya fue, ya formó parte de mí, ya lo viví, es mi historia. Si bien soy esa construcción, cada día adquiero fortalezas y debilidades. Es hora de mi amnistía. Permitirme caer, como un paso necesario para volver a levantarse. Y estoy de pie, firme, pastel, asumiéndome tal cual. Viendo el mañana sin fatalismos, con lo que se viene...